La historia que voy a contar no es una de esas típicas de amor en la cual la vida pega duro, pero al final todo lo puede y logra vencer todos los obstáculos. Ni siquiera es un amor puro, ha sido envenenado por el tiempo, los dolores, el rechazo y el orgullo.
Es un amor cobarde de esos que no se cuentan por miedo de aceptar el fracaso y la realidad de que se no ha querido luchar. Así mismo es… esta es una historia de amor sin final, de esas esperanzadas que algún día pueda existir un por qué o una acción. Les cuento esta historia porque al fin al cabo deben existir millones como ella.
Dos personajes orgullosos, problemáticos, incapaces de ceder y egoístas son los principales protagonistas de este amor destinado al fracaso. Ambos se enamoran y se pierden en un torrente de desilusiones, problemas, tristeza y de dolor por todas aquellas palabras que nunca se dijeron. Ninguno se atrevía dejarse llevar por sus sentimientos, ambos tenían miedo que el amor les llegara a dominar. Por eso dejaron que se desvaneciera, huyeron como cobardes y escaparon con el corazón de piedra para evitar volver a sentir. Huyen porque tienen miedo a enfrentarse a su destino, a luchar por estar juntos, a la desilusión… pero ante todo tiene terror de ser perdonados.
Mientras tanto pasan los años, como si fueran días y dos almas siguen rumbos distintos, esperanzadas en su interior de volver a encontrarse. Quizás algún día tengan el suficiente valor de aceptar que están destinados a estar juntos o simplemente se conforman con soñar con un mejor pasado.
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